Las grasas saturadas están injustamente «demonizadas»

Hoy romperé una lanza en favor de las grasas saturadas. Te explicaré que no son las responsables de la enfermedad cardiovascular o el infarto de miocardio.

Como te comente en el post No es cierto que las grasas sean malas, las grasas que vienen de alimentos son bien toleradas por nuestro cuerpo. Por tanto, la grasa presente de forma natural, por ejemplo, en la carne (algo que come el ser humano desde hace unos miles de años), no parece coherente que sea perjudicial para nuestra salud. Son grasas saturadas la grasa de la carne, vísceras, la manteca de cerdo, el coco…

Creo que mucho peso respecto al miedo a las grasas recae, sobre todo, en las grasas saturadas, que fueron «demonizadas». Nos hicieron creer que eran insanas y se las relacionó con la Enfermedad Cardiovascular. La evidencia actual parece señalar hacia otro lado.

Como ejemplos, puedes ver este metaanálisis   publicado en el American Journal of Clinical Nutrition  en el que se investigó a casi 350.000 sujetos y llegaron a esta  conclusión: no hay evidencia de que la grasa saturada en la dieta se asocie con un mayor riesgo de cardiopatía coronaria o ECV (Enfermedad cardiovascular). De hecho dicen que se necesitan más datos para dilucidar si los riesgos específicos de ECV pueden estar influenciados por los nutrientes  utilizados para reemplazar las grasas saturadas. Estos serían, sobre todo, los carbohidratos que provienen de cereales.

Tambien puedes ojear este estudio publicado en la revista médica The Lancet donde concluyen que la ingesta de carbohidratos (que ocupan el lugar de las grasas cuando intentamos evitarlas) se asocia con un mayor riesgo de mortalidad total. Y además, la grasa total y los tipos de grasa no se asociaron con enfermedad cardiovascular, infarto de miocardio o mortalidad por enfermedad cardiovascular, incluso la grasa saturada tuvo una asociación inversa con el accidente cerebrovascular. (A más grasa saturada, menor riesgo).

Y añaden: Las pautas dietéticas mundiales deberían reconsiderarse a la luz de estos hallazgos.

Es decir que todos los cereales (trigo, maíz, arroz…) que, en general se han usado para reemplazar a las grasas, podrían estar influenciando en dichas patologías. Recordemos que el trigo es pan, pasta, bollería y mucho más. Y que del maíz salen la gran mayoría de las formas liquidas de azúcar (sirope, jarabe de maíz…) y la harina de maíz, que se añaden actualmente a todos los productos industriales como galletas y bollería, snacks de maíz o cereales del desayuno.

Además, muchos de estos productos llevan grasas trans, de las que te hablaré en otro post.

Por tanto, dejamos de comer grasa naturalmente presente en alimentos, que es muy saciante junto a las proteínas, y la sustituimos por carbohidratos. Lo que es peor, no por más verduras, sino por farináceos y productos con azúcar. Parece que esto no nos fue bien y quizás, debímos centrarnos en seguir comiendo alimentos, y no procesarlos y ultraprocesarlos.

Parece ser que los pueblos «libres del estilo de vida y dieta occidental» no sufren la gran mayoría de enfermedades de esta sociedad.

Podemos ver ejemplos en etnias que aún mantienen su manera de comer ancestral con gran consumo de grasas saturadas (alimentos con grasa saturada, para ser más estrictos):

Por ejemplo los Masai, nómadas  y cazadores africanos que comen sobre todo caza, la sangre y  la carne de ternera, con muy altos contenidos en ácidos grasos saturados, no sufren enfermedad cardiovascular (ni obesidad).

No se trata de dejar los carbohidratos (siempre que sean naturales, frutas, verduras, tubérculos). Se trata de no sustituir las grasas.

Lo mismo pasa con los Chukotka, nativos del extremo norte de Rusia que viven  de Caribou, animales marinos y peces.

No digo que nosotros debamos comer así, pero viendo la baja cantidad de carbohidratos que ingieren y su salud “a pesar” de su dieta alta en grasas y proteínas, podríamos pensar que las patologías clásicas de esta sociedad dependen, quizás, de otros factores.

Incluso nuestro cerebro y cada una de nuestras células están compuestos por un alto porcentaje de ácidos grasos saturados. Hasta el colesterol, del que os hablaré algún día, es fundamental para que ambos funcionen correctamente. Visto así, no resulta coherente que debamos evitar, entonces, las grasas saturadas.

Conclusión: podemos consumir alimentos con grasa saturada. Carne, vísceras, huevos, coco, cacao, queso si lo toleras (mejor de oveja o cabra), mantequilla…

Nos queda profundizar en las grasas insaturadas, que veremos en otro post.

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